jueves, 9 de junio de 2011

La espiritualidad frente a la tecnología


Les comparto una reflexión que vale la pena leer y releer en estos tiempos. Hace tiempo tuve la oportunidad de estar en un taller con el Mtro Guillermo Marín y su visión de la vida me atrapó e influyó en mi actual pensamiento. Siempre procuro compartir esta reflexión con las personas que aprecio y con las gentes que voy conociendo, sobre todo con mis alumn@s....Podemos hacer una sociedad diferente y cambiar nuestro mundo, empecemos por nosotros.

"Se afirma, categóricamente, que todos los adelantos tecnológicos que hemos vivido en estos últimos 50 años, nos ponen en uno de los estadios de “mayor oportunidad” que la humanidad ha tenido. Que la modernidad, la globalización, el desarrollo científico, tecnológico y la comercialización, así como la difusión y acceso a los medios masivos de comunicación e información, le permiten al ciudadano común, “llegar tan lejos que él quiera”.

Personalmente creo lo contrario. Pienso que jamás el ciudadano común había estado tan vulnerable y desprotegido en su existencia como ahora, especialmente en las sociedades modernas o premodernas. El Ser Humano esta sumido en una ignorancia aterradora, que lo lleva a vivir desolado, solo y sin esperanza.

Ignorante, no es el que no sabe… pues en un mundo tan tecnologizado y con tanta información, TODOS ignoramos muchas cosas. En cambio, IGNORANTE es aquél que no sabe LO ESENCIAL.

En efecto, el no saber lo ESENCIAL DE LA VIDA y estar saturado de mucha “información chatarra”, nos hacen vivir “fuera de nosotros mismos”. Sin un propósito trascendente, desprendidos de lo más vital y esencial de la existencia.

Nos referimos al aspecto sagrado del mundo y al aspecto espiritual de la existencia. La pérdida de la sacralidad del mundo y la vida, nos ha llevado a un mundo materializado, en el que “LA VIDA”, cualquiera que esta sea, no tiene la menor importancia y el mínimo valor. Trátese de los quinientos niños mexicanos, que de recién nacidos a cinco años, que TODOS LOS DÍAS SE MUEREN por enfermedades generadas por la pobreza, según la Unicef, de las miles de hectáreas de bosques y selvas que todos los días se pierden o de los altos niveles de contaminación de las aguas y atmósfera, que día a día, suben sin importarle a nadie. Muy pocas personas están verdaderamente interesadas y menos aún, están comprometidas con acciones concretas.

Se ha perdido en la sociedad el sentido espiritual trascendente de la existencia. En general, todos estamos enajenados en el Culto al Becerro de Oro. Todo es dinero, objetos que comprar, que tener, cosas que consumir. Nuestras vidas no son más que una lista de cosas “que poseer”. Vivimos para comprar y para tener, dado que la sociedad nos ha enseñado que solo con dinero y comprando podemos SER …alguien.

Lo más contradictorio de este problema es que, entre más compramos y más tenemos, más vacíos e infelices nos sentimos. La necesidad de “tener dinero” se vuelve como una droga. Pero como todas las narco-dependencias, entre más consumimos, más mal nos sentimos y más atrapados estamos.

Yo invito al amable lector a que reflexione sobre, qué es lo más valioso y trascendente de su vida. Sí hace este ejercicio, verá que no es nada material, que no tiene que ver con el dinero, y que, toda la ciencia, tecnología y electrónica del mundo, en NADA LE VA A SERVIR PARA TRASCENDER SU VIDA EN VERDAD.

Tal vez este es el origen del problema…¿no cree? NO SABEMOS LA RAZÓN SUPERIOR DE NUESTRA EXISTENCIA. No tenemos un propósito real y profundo de carácter espiritual de nuestra propia vida. Hemos perdido el aspecto espiritual de la vida, carecemos de un “proyecto abstracto de vida”.

Todas las civilizaciones antiguas, tenían en el vértice superior de su desarrollo, la trascendencia espiritual de la existencia. El irse con Dios, o al reino de los cielos, o al nirvana, o al Tlalocán, o como usted le quiera llamar. Un estadio superior de conciencia después de la muerte.

Este es el punto. La gente ya no concibe interiormente, LA EXISTENCIA DE DIOS y mucho menos, la vida después de la muerte. En general, especialmente las nuevas generaciones, ya no creen en Dios y mucho menos en la trascendencia espiritual de la existencia. Piensan que como “no esta comprobado científicamente”, todo se acaba con la muerte. O como dice la voz popular, “muerto el perro se acaba la rabia”. Que lo único cierto y verdadero, porque se puede ver y tocar, es el dinero y los objetos, el “aquí y el ahora” nada más. Y que en la vida “material” está la realización existencial. En pocas palabras, “cuanto tienes, cuanto vales”.

Esta es la razón por la cual, hoy podemos ver EL CINISMO y la actitud despiadada y sin temor o compasión, con la que los criminales (de cuchillo o cuello blanco) pueden cometer los crímenes más horrorosos, sin el menor remordimiento…total, no hay nada más, después de la muerte y que, “me quiten lo bailado”.

La Modernidad, el Culto al Becerro de Oro y “el sunami” de la tecnología y la globalización han borrado de nuestra sociedad los valores y los principios, éticos, morales y religiosos. La Modernidad ha carcomido a la TRADICIÓN, los usos y costumbres, que se crearon a través de cientos o miles de años.

El discurso de los inconcientes o de “los mercaderes” es que: “todo ha cambiado y que nada se puede hacer contra el cambio, más que cambiar…y rapidito”. Esto es una gran mentira. Los valores y principios de los seres humanos son de carácter perenne. Dios y el Espíritu no desaparecerán, porque los seres humanos hayamos sido embrutecidos y deshumanizados. Un dato revelador en contra de la “gran avalancha de la modernidad y la tecnología”, es que LA MITAD DE LA HUMANIDAD NO HA HECHO UNA LLAMADA TELEFÓNICA EN TODA SU VIDA. De modo que es un mito, el que la “modernidad” atrapó a la humanidad y que nada se puede hacer.

El que escribe y los que lean esta reflexión, llegarán al último instante antes de la muerte, nadie se salva de este lance. Pues bien, cuando esto esté sucediendo y estemos a un tris de partir de esta realidad, tenga la seguridad amable lector, que de nada nos servirán: el reloj, el teléfono celular, la laptop, la PC, el auto, la casa, el dinero, para cruzar venturosos esta formidable, aterradora y a la vez, maravillosa experiencia.

La tecnología y la materia, de nada nos servirán y lo único que podrá trascender esta realidad es todo aquello que no se ve y que no se toca, que hemos ido acumulando a lo largo de nuestra vida.

Se que “no se puede comprobar científicamente” este argumento, pero me baso en la sabiduría milenaria de las seis civilizaciones más antiguas de la Tierra que así lo afirman, solo que de formas diferentes, pero todas coinciden en que “existe vida espiritual”, después de la muerte. Millones de personas no han podido estar equivocadas.

En los diez mil años que tiene el homo sapiens de vivir en civilizaciones, solo en los últimos cincuenta años, el ser humano, ha vivido con la creencia que no hay vida después de la muerte. Y como hemos dicho antes, por lo menos la mitad de los seres humanos que hoy viven en el planeta, por fortuna, no están contaminados por la tecnología, la modernidad y el consumismo. Finalmente, amable lector, el “solo creer que existe vida después de la muerte”…nos hace mejores seres humanos".

Guillermo Marín
Investigador