sábado, 2 de febrero de 2013

De Mujeres, Hombres y sexo.

Interesante artículo que me ha compartido mi amiga Beatriz Terán Bobadilla de Perú.
Escrito por Walter Riso
http://www.walter-riso.com/
 

Solo un mínimo de mujeres acepta el sexo por una noche, mientras la mayoría de los hombres se entregan sin problema y de manera entusiasta a la aventura con mujeres desconocidas.

Los hombres somos más infieles, es verdad, pero la estadística no es tan importante como la motivación en esto de la infidelidad. Cuando una mujer decide ser infiel a su pareja hay un trasfondo peculiar, mucho más complejo del que ocurre en el hombre infiel. En la mujer no es la testosterona la que decide (aunque obviamente puede influir) sino el desamor, la curiosidad o el aburrimiento. Lo existencial pesa más que lo sexual.

La mayoría de las mujeres adúlteras se lamentan del escaso interés que muestra su marido, la rutina y la ausencia de ternura, y no tanto de la falta de emoción sexual. Los amantes de las mujeres infieles más que atléticos sementales, suelen ser excelentes conversadores y buenos compinches.

Por tal razón, al menos en nuestra cultura, no es de extrañar que las damas se resistan a tener sexo con el primer varón que se los proponga. Antes deben conocerlo, ubicarlo afectivamente, situarlo en la mira del corazón, admirarlo de alguna manera y considerarlo confiable. La mujer requiere de la apertura del otro como persona y eso lleva cierto tiempo de decantación (aunque hay que reconocer que algunas señoras superan este obstáculo en cuestión de segundos). De ahí que la gran mayoría de las mujeres sean infieles con varones cercanos, no totalmente extraños: primos, amigos del marido, jefes, compañeros del trabajo o de estudio, ex novios, vecinos, en fin, sujetos del conocimiento, donde ha existido alguna forma de aproximación previa.

La razón es obvia: tratar de no ser utilizadas sexualmente o no salir psicológicamente lastimadas del encuentro. Sin embargo esta expresión de deseo puede a veces rayar en la más peligrosa ingenuidad. El riesgo existe, a pesar de todo. Cualquier mujer con experiencia en estas lides sabe muy bien que acostarse con un hombre es como a mostrarle la yugular a Drácula con la esperanza de que muerda despacio y no beba mucha sangre.

Después del coito, los géneros se diferencian con claridad: él quiere escapar (Post coïtum omne animal triste), y ella apenas comienza: “Bueno, ahora que estuvimos juntos, dime qué piensas de lo que sientes y qué sientes de lo que piensas que vas a sentir en el futuro... qué piensas de mí, cómo me ves, qué esperas de esta relación...”

Dos recorridos distintos. El hombre, por lo general, entra por a la infidelidad por el sexo y el afecto llega después, si es que llega; la mujer suele entra a la infidelidad por el afecto/admiración y el sexo llega después.

El hombre infiel es visto como travieso o “demasiado masculino”, la mujer infiel como una ramera. El costo social de la mujer adultera es demasiado elevado y esa es la razón por la cual, cuando una mujer decide engañar a su pareja, el crimen es cuasi perfecto. Los varones dejamos pistas, la mujer muy pocas o ninguna. Las necesidades son distintas, las consecuencias también.