miércoles, 31 de julio de 2013

El perfil psicológico del Mexicano

Excelente artículo que pone al descubierto los rasgos de personalidad mas representativos de los mexicanos. Su potencial, propio de una cultura tan fuerte y llena de virtudes, así como también  sus temores y traumas cultivados a lo largo de los siglos.
Un país rico en recursos naturales y humanos, lleno de contrastes groseros que exhiben la abundancia y la miseria en un mismo escenario, ante los ojos fríos e indiferentes de sus gobernantes, la explotación de sus mercaderes  y la condescendencia de sus pobladores.El México que elige "pacificamente" quien le va a saquear durante los próximos seis años "Porque así son todos y no hay nada que hacer..." (La idea mas enquistada en nuestra sociedad.)
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El mexicano abandona completamente lo que no le interesa -las matemáticas o la observación científica, por ejemplo- y considera con displicencia los aspectos que le son indiferentes o desagradables. Pero cuando logra romper el bloqueo mental, puede resultar un diestro matemático o un profundo filósofo. Son notables las dotes del mexicano para la inteligencia intuitiva y la imaginación concreta. En todas aquellas operaciones que existe más penetración que amplitud, el mexicano destaca sobre los demás. Las resonancias de su choque afectivo son propicias a la vida artística y a la tragedia. El gusto por el sabor vivo de las palabras -abundan los mexicanismos- y por los modos efectivos de expresión capacita a los mexicanos para el estudio de las lenguas. Muestran mayor facilidad para el aprendizaje de los idiomas, que los norteamericanos, los franceses, los españoles o los ingleses.

La fantasía del mexicano es riesgosa para los negocios, pero exitosa para las tareas mecánicas. Abundan, entre nosotros, los buenos mecánicos empíricos. Y cuando la necesidad apremia surge un invento genial, que luego deja sin perfeccionar y sin patentizar. La televisión a colores, por ejemplo, fue invento de un mexicano, aunque el mundo lo ignore.

La vieja norma de la sensatez debe ser impuesta, desde muy temprano, en este pueblo emotivo. De otra suerte caeremos en la tiranía de la enervación, en la inconstancia y en la susceptibilidad exagerada. Cuando la educación no robustezca al escepticismo, surgirán en México las cualidades más aptas para abrir el corazón a la caridad.

Las ramas maestras del árbol caracterológico mexicano se insertan en la raíz emotiva. La contemplación hace refluir a la emoción sobre sí misma. La religiosidad y el fervor estético son propios del emotivo-contemplativo. Y cuando la pasión -forma superior de la emotividad- se apodera del mexicano, le transforma en una personalidad poderosa cuyas fuerzas están dirigidas hacia un amplio desideratum, equilibrándose entre la intensidad de la vida interior y la energía de realización, como en el caso de José Vasconcelos o en el de José Clemente Orozco.

La realidad, la cruda realidad cerca de frente al mexicano, por el mensaje del hospital, de la cárcel, de la falta de alimentos, del atropello del cacique... Su "función de objetivación" es primitiva. Se adapta y se sitúa, pero guarda una distancia indispensable, con respecto al entorno, para no dispersarse en la misma vastedad expansiva. Su instinto de exteriorización -hablo del mestizo y no del indio puro- es débil. Propende al disimulo y se encierra en el caparazón de sus cavilaciones interiores. Es muy difícil la lectura de los sentimientos reales del mexicano. En su mirada taciturna puede arder una llama de un fuego interior que le consume sin exteriorizarse. Desde niño aprende a refrenar sus sentimientos: ¡los hombres no lloran!, le dice, en tono severo, el padre. Como buen introvertido, el mexicano lleva la marca del predominio de la vida subjetiva. Encarcela a su emoción, y ahí en el cautiverio, la discurre, la saborea, la recapitula, la matiza y la madura. Nada se trasluce por el momento. Pero la tensión inestable puede estallar en el momento en que menos se piensa. Carácter meditativo, reservado, vacilante, no se entrega fácilmente a los abandonos espontáneos, al examen de los otros. Su acción se contiene por cierto temor a los objetos. Su observación desafiante le retrae y le demora. Gestos quebrados, bruscos, refrenados, con un coeficiente de ironía dejan ver su timidez y su introversión. Confía en si mismo, pero es irresoluto en la acción. Posee mayor comprensión y hondura intelectual que el extrovertido, pero menor capacidad de adaptación y de modificación a las circunstancias. Cuando abre el cerrojo a su soledad, puede tomarse cáustico y amargo, rígido y porfiado. Enfrascado en sí mismo, es natural que tienda al secreto y al aislamiento. Se forja ilusiones porque el mundo exterior lo conforma -o lo deforma- a la medida de sus deseos. Propios y extraños se dan cuenta de que su cólera agresiva y vengadora estalla periódicamente, al menor pretexto inmediato. Intuitivo, soñador, artista, el mexicano tiene una fina disposición para el sentido de lo íntimo. Su sentimiento profundo de inseguridad se traduce en timidez. El poder de decisión se ve menguado por interminables cavilaciones.

El exceso de emotividad del mexicano, se siente vulnerado por la menor imposición del mundo. De su dolorosa sensibilidad provienen sus crispaciones herméticas y sus quiméricos ensueños compensatorios. Pero hay también -cosa en extremo valiosa- un alto grado de preservación interior, de defensa de su dignidad de persona, de su resistencia a cosificarse y alinearse.

Aunque el mexicano sea preponderantemente introvertido, no puede desembarazarse por completo de la tendencia extraversiva que refrena. Las imperiosas tendencias expresivas se descargan extraversívamente.

Después del análisis caracterológico, es preciso reaccionar contra el peligro de la introversión excesiva que amenaza con hipertrofiarse en delectación egotista, en estériles ensueños y en voluptuosidades complicadas. El valor del ahínco intelectual y volitivo, la lucha contra el obstáculo, es lucha por la realidad. Y esa lucha por la realidad no debe faltar nunca en el mexicano, aunque sea emotivo e introvertido. Los refugios imaginarios, los universos de deserción, el bovarismo, las fábulas de la frustración y la mentira mitomaniaca son tentaciones permanentes que el mexicano debe superar en la disciplina de lo concreto, en la educación motora, en la formación social y en la imaginación artística. Lo real y lo imaginario colaboran en la percepción misma de México. El principio de la edificación interior del mexicano consiste en reconocer las propias tareas y deficiencias, tratar de vencerlas y emprender la ardua y fervorosa labor de ser nosotros mismos, en lo que tenemos de mejor, confiados en la capacidad de perfeccionamiento y en la valiosa porción de dotes que el pueblo mexicano ha mostrado, como constantes, a lo largo de su historia. Nuestro paso por la tierra, como mexicanos, requiere probidad, respeto de sí mismo, fidelidad al estilo y lealtad a la vocación individual y colectiva.



*Agustín Basave Fernández del Valle, “Rasgos psicológicos dominantes en el mexicano” en Vocación y estilo de México. Fundamentos de la Mexicanidad. Limusa, México, 1990.

Tomado de  http://criminologiaycriminalistica.com/